“Un recuerdo para tu ausencia, lo llenas todo con tu presencia”. Así rezaba un cuadro de cristal esculpido a punzón y decapante que vi por primera vez en la herriko allá por mediados de los 80. Era un Santi sonriente, encamisado y tranquilo, apenas dos años después de que dos mercenarios a sueldo del estado lo mataran en su propia consulta. Gehiago Irakurri