Bake Lacasa: «Me aplicaron ‘la bolsa’, ejercicios, flexiones y golpes»

DSC_0727Bake Lacasa Lasheras fue detenida por la Guardia Civil el 18 de marzo de 1998 en casa, en Zornotza. A su llegada a dependencias policiales en Madrid, fue encerrada en una celda «pequeña y sucia, con un banco lleno de vómitos y un colchón mugriento». Durante su estancia en aquel lugar, fue objeto de insultos, amenazas, golpes y vejaciones.

– ¿Como recuerdas el día de tu detención?
Llamaron a la puerta y Joseba se levantó. Aún no había amanecido. Abrió la puerta, e inmediatamente el dormitorio se llenó de guardias civiles. Me hicieron levantarme como estaba, y desde el primer momento estuve acompañada por una guardia civil. Nos llevaron a la cocina, nos leyeron los derechos y a continuación utilizando a Joseba como escudo encañonado con una escopeta, fueron recorriendo toda la casa, puerta por puerta. Después, me hicieron «malvestirme», y me llevaron a Castro Urdiales en coche, encapuchada y con la cabeza entre las piernas. Durante el trayecto sufrí insultos y amenazas, y de allí fui trasladada de la misma manera a La Salve.

– ¿Podrías relatar, en la medida de lo posible, el tiempo que transcurre desde el momento de la detención hasta tu paso por delante del juez?
En La Salve continuaron los insultos y las amenazas hacia mí y hacia mi familia. Calculo que un par de horas más tarde, me subieron a un furgón y me trasladaron a Madrid. Me metieron en una celda pequeña y sucia, con un banco de piedra lleno de vómitos y un colchón mugriento. Continuaban las amenazas y los insultos, y a la tarde me sacaban de la celda, desnuda y con la cara tapada, me trasladaban a otro lugar y comenzaban los interrogatorios. Se intercalaban los golpes y las amenazas.

El segundo interrogatorio fue más largo y «especialmente» violento: me despertaron violentamente y me volvieron a llevar de la misma manera. Me tuvieron de pie, me aplicaron ‘la bolsa, ejercicios’, flexiones y golpes; amenazada, vejada, humillada… El interrogatorio duró toda la noche, terminé exhausta.

Cuando llegó el forense y comprobó que tenía la tensión disparada, entregó unas pastillas a los guardias civiles que se recetan cuando alguien sufre un amago de infarto. Estos me daban tres al día, una barbaridad, y desde ese momento me encontré como en el limbo, diferente, rara. Desde ese momento, los interrogatorios bajaron de intensidad, me tenían sentada y con los ojos tapados.

Hice la declaración policial, bajo la constante amenaza de volver a pasar por lo mismo en el caso de que no declarara lo que ellos querían.

– ¿Has padecido consecuencias físicas o psicológicas tras tu paso por dependencias policiales?
Este tipo de experiencias siempre dejan consecuencias, en mayor o menor medida, en las personas que las padecen.

– ¿Cómo percibes que vivieron tu detención e incomunicación tus familiares y amigos?
Con miedo y preocupación.

– ¿Cómo o en qué contexto situarías todo lo relatado anteriormente?
Lo sabes desde antes de empezar. La tortura es un arma, un método perfectamente orquestado por ambos estados. La tortura es consustancial al estado terrorista en el que vivimos, y va dirigida contra todo el pueblo. ¿Verdaderamente somos conscientes de cuantos ciudadan@s de Euskal Herria la han sufrido? Los juicios son farsas y están decididos desde casi antes de detenerte. Es un encaje de bolillos: te preguntan de todo y de tod@s, intentan amedrentarte, buscan el efecto ventilador y la tela de araña se prepara para el siguiente ataque.

– ¿Qué opinión te merece el estudio presentado por Paco Etxeberria y su equipo, donde se recogen miles de denuncias y testimonios de torturas en toda Euskal Herria durante más de cinco décadas?
Imprescindible, pero como no podía ser de otra manera, mejorable. Quiero reflejar lo ocurrido en Nafarroa, donde el muestreo para el protocolo de Estambul lo han tenido que aplicar a detenid@s y torturad@s en la CAV, pero que ahora vivimos en Nafarroa.

– En la iniciativa de febrero del pasado año llevada a cabo en Zornotza, ‘Torturaren Aurpegiak, Berriro Inoiz Ez’, decenas de vecinos y vecinas de este municipio denunciaron haber sido objeto de torturas. Aún así, nos consta que son bastantes más las personas que han sufrido este método represivo. Sus testimonios recogen 50 años de calvario personal y colectivo. A tu juicio, ¿qué medidas serían necesarias para erradicar la tortura y garantizar que no se vuelva a practicar?
Medidas, muchas: derogación de la ley antiterrorista, cámaras, presencia obligatoria de abogad@s de confianza… Pero, como decía antes, la tortura está en la esencia del poder del Estado y estoy segurísima que no está dispuesto a renunciar a ella, de la misma manera que al Ejército o la corrupción.