El sistema educativo ha hecho aguas

Que el sistema educativo necesita una profunda reforma, no es ninguna novedad. Que es momento de hacerlo, es una realidad.
En esta pandemia, las miserias de la educación han quedado al descubierto. Un sistema educativo que no tiene en cuenta a los más vulnerables, no es un buen sistema. La educación debería ser mucho más que lo que recogen los programas educativos.


La enseñanza es un derecho universal y por lo tanto debe ser pública. En Euskal Herria nos encontramos con que la enseñanza pública no goza de buena salud, y mucho menos la concertada.

Desde los diferentes gobiernos se subvenciona la enseñanza concertada, religiosa en
muchos casos, a pesar de estar en un estado aconfesional. La partida presupuestaria de
educación se reparte entre la escuela pública y la escuela privada-concertada. Una vez
más, dinero público para la empresa privada.

Invertir en educación es invertir en futuro y progreso. Para ello es necesario contar con todas las partes que lo conforman: profesorado, familias y, cómo no, alumnado.

El sistema educativo actual permite que algunos niños pasen jornadas en las escuelas
infantiles, públicas o privadas, mayores que las jornadas laborales de algunos adultos, a
pesar de estar legislados unos máximos de horas. Se permite que las extraescolares, esas a las que se dice que los niños y niñas acuden porque ellos y ellas quieren, sean jornadas maratonianas.

El número de alumnos por aula, mediante las diferentes reformas educativas, se ha ido aumentado, haciendo muy difícil que el profesorado pueda desarrollar su trabajo en buenas condiciones.

Esto ha sido muy evidente con la pandemia que estamos sufriendo. Los centros educativos se cierran y se decide que las clases sean online, sin hacer un análisis de la situación de cada alumno y alumna. Se da por hecho que en esta sociedad todos y todas disponen deordenador en casa, de internet, en definitiva, de medios materiales y humanos para seguir su formación en estas condiciones.

Esta crisis sanitaria y como consecuencia de ella, la económica, ha supuesto que aquellos y aquellas que más sufren la precariedad, que trabajan en pésimas condiciones laborales, que son inmigrantes, y tienen muy difícil encontrar trabajo o vivienda digna, e incluso tener qué llevarse a la boca, vean como sus hijos e hijas dejan de estar escolarizados. Sí, dejan de estarlo, aunque estén matriculados, porque no disponen de los medios técnicos para seguir las clases, porque no pueden ser ayudados en sus casas, pero a la Sra. Consejera de Educación y a su gobierno poco parece importarles.

En la mal llamada desescalada, en la que dicen que nos encontramos, todo son prisas. Los alumnos, sean de la edad que sean, deben volver a las aulas, el cómo no importa. Del todos a las aulas, se pasa a unos sí y otros no y, para rematar, las escuelas infantiles se abren cuando queda un mes para finalizar el curso, informando de ello a las educadoras dos días antes. Eso si, se hace para que los padres y madres puedan conciliar la vida laboral y familiar. ¿Se le ha olvidado al gobierno del sr. Urkullu que los centros están cerrados, en algunos territorios históricos desde el 9 de marzo? ¿Es ahora cuando se han dado cuenta de la necesidad de la conciliación de la vida familiar y laboral?

Pongamos lo medios para crear un sistema educativo público, donde la formación académica y humana vayan de la mano. Donde los centros educativos sean algo más que el lugar donde los alumnos pasan muchas horas, siendo pocas las realmente productivas. Donde se cuente con el personal tanto docente como no docente, con el alumnado y con sus tutores.

Creemos un sistema educativo donde se fomenten las relaciones humanas, el ocio, la integración social, se eduque en valores, donde se concilie con la vida laboral y viceversa, todo ello de la mano de las bases para crear una sociedad más igualitaria y justa.