No a la romantización de la pandemia

Esta es la frase que vi escrita en una pancarta en el supuesto comienzo de la pandemia. Esta frase me viene una y otra vez a la cabeza cada vez que oigo comentarios como que la pandemia ha sido un periodo de reflexión, reinvención y transformación interior. Que ha servido para la búsqueda de la espiritualidad. Dicen algunos que este tiempo de encierro obligatorio ha servido para conocer realmente a sus hijos e hijas.


No. Pienso que no necesitábamos una pandemia de la que muchos países necesitaran una generación en recuperarse, si es que alguna vez se recuperan, para reflexionar, reinventarnos y transformarnos interiormente. No necesitábamos una pandemia que va a destruir 195 millones de empleos en el mundo, según la Organización Mundial del trabajo, para que nuestras hijas aprendieran a “apreciar a la familia y a los amigos”.

Este retiro espiritual o esa oportunidad para aflojar los horarios que el capitalismo ha marcado y ahogan el día a día de muchas personas, se convierte en una carrera por la supervivencia para aquellas personas que no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas. Las necesidades básicas como los alimentos, acceso a agua potable, un techo bajo el que dormir son claras y bien definidas. La crisis definida por el Covid-19 ha aumentado el número de personas que carecen de estas necesidades vitales y ha agravado la situación de aquellas personas y familias que se encontraban en situación de pobreza antes de la llegada del virus.

No sigamos romantizando la pandemia cuando el impacto de esta ha sido brutal y no deja sector social sin tocar. No se trata solamente de la gran cantidad de ingresados y fallecidos, sino la forma en que se dio. Los familiares que no pudieron despedir a sus seres queridos, los contagiados que debieron enfrentar un confinamiento en absoluta soledad para no colapsar más los hospitales, los millones de afectados por ERTEs y despidos y las familias que debieron reorganizarse para vivir una vida sin escuelas ni esparcimiento. La gravedad de ciertas decisiones como la de confinar a niños y niñas en sus casas sin permitirles salir para nada, de abandonar a su suerte a las personas que residen en residencias y a sus trabajadoras.

A esto se añade que para muchos el confinamiento ha significado un padecimiento cruel en los hogares donde se está forzado a convivir con un maltratador (las llamadas al 016 en la primera quincena de abril aumentaron un 210% con respecto al mismo periodo de 2019, según datos del Ministerio estatal de Igualdad), una situación que afecta especialmente a mujeres y menores violentados.

Según un estudio en el que participa la Universitat Oberta de Catalunya, la salud mental del 46% de la población del Estado español está en riesgo por la crisis del coronavirus y hay un alto riesgo de aumento de suicidios y trastornos en los próximos años, tras comprobar lo que está ocurriendo ya en países castigados como China, Estados Unidos o Irán.
¿Seguiremos romantizando la pandemia o lucharemos para conseguir una vida digna para todas las personas mediante el apoyo mutuo, la empatía y la solidaridad?