Roberto Zabala: “Lo más duro fue cuando detuvieron a mi hija, al pensar que ella pudiera estar sufriendo el mismo calvario que viví yo”

Roberto ZabalaRoberto Zabala Zamalloa fue detenido en dos ocasiones (en noviembre de 1980 y en 1984) e incomunicado durante un total de 15 días. Sufrió métodos de tortura como “la bolsa”, “la ruleta”, golpes y amenazas. “Posaron un taladro en marcha sobre mi pecho, amenazándome que me lo perforarían si no hablaba”, relata.

Zabala, junto a otros seis zornotzarras torturados, denunció haber sido objeto de malos tratos por parte de la Guardia Civil. Por ello fueron acusados nueve guardias civiles en un proceso que terminó 20 años más tarde con sentencias condenatorias para todos ellos: varios meses de arresto mayor y cuatro años de suspensión de empleo. Nada comparable a los 70 años de prisión que sumaban los torturados, precisamente por declaraciones arrancadas bajo torturas.

– ¿Cómo recuerdas el día de tu detención?

El 20 de noviembre de 1980, fui detenido en Igorre, en la oficina de la Caja Laboral donde trabajaba. Al llegar ya me estaban esperando, me esposaron y me trasladaron al cuartel de Amorebieta. De allí, junto con Juan Jose Larrinaga, nos llevaron al cuartel de La Salve.

Los golpes durante este último traslado, solo fueron el aperitivo de lo que nos esperaba los siguientes días, ya que nada más entrar en el cuartel nos hicieron un pasillo entre numerosos guardias civiles, donde no pararon de golpearnos hasta llegar a la celda.

La segunda vez fui detenido en casa, en el año 1984, de madrugada. La detención no fue violenta y trasladaron a nuestros hijos a otra habitación. Me trasladaron nuevamente a La Salve, donde ya me avisaron de que cantaría todo lo que no había cantado la vez anterior.

– ¿Podrías relatar, en la medida que te sea posible, el tiempo que transcurre desde el momento de la detención hasta tú paso por delante del juez?

La primera vez que fui detenido, estuve 10 días incomunicado. Las torturas, los insultos y las amenazas fueron constantes. Todos los días, y varias veces al día, nos torturaban y nos interrogaban. Nos hacían “la ruleta”, pasando a golpes de un lado a otro en un círculo formado por Guardias Civiles. Nos ponían de cara a la pared, nos pegaban patadas en todo el cuerpo, nos pisaban en el suelo.

Me colgaron entre dos mesas, sujetado por una barra entre los brazos y la espalda. Con los pies hacia arriba, uno de ellos me golpeaba muy fuerte con una manguera de goma en la planta de los pies, mientras que otro situado a la altura de mi cabeza, comía pipas e iba introduciéndome las cascaras en la boca. Me aplicaban “la bolsa”.

Después de varias horas torturándome, me llevaban a declarar ante otro agente de la Guardia Civil, donde al no tener que declarar o negarme a hacerlo, me volvían a trasladar a la celda donde proseguían con las torturas.

Me daban fuertes golpes en la cabeza con “la Matilde”, así llamaban al listín telefónico. Me cortaron el pelo. Posaron un taladro en marcha sobre mi pecho, amenazándome que me lo perforarían si no hablaba. La broca se enredo con el jersey, cayó al suelo y no lo volvieron a intentar.

Alguna vez pasaba el médico que nos recetaba pastillas y pomadas para rebajar las inflamaciones y quitar los moratones. Fue un tormento de aproximadamente 10 días.

La segunda vez me detuvieron en casa y no lo recuerdo tan violento. Si me golpearon y también me aplicaron la bolsa varias veces. Al haber pedido mi mujer el Habeas Corpus, me sacaron del cuartel y me llevaron ante el juez.

Los guardias civiles me prometieron poder hacer una llamada a casa, por lo que no conté ante el juez lo que me estaban haciendo. Usé la llamada para decir a los de casa que al día siguiente pasaba ante el juez. Me tuvieron los cinco días sin dormir. El juez me mandó a Carabanchel, y al día siguiente para casa.

– ¿Has padecido consecuencias físicas o psicológicas tras tu paso por dependencias policiales? Relátalas en la medida que te sea posible.

Sí, durante algún tiempo he tenido temor a volver a pasar por lo mismo.

Quizá, la experiencia más dura pasé, años más tarde, cuando mi hija fue detenida, al pensar que ella pudiera estar viviendo el mismo calvario que había vivido yo.

– ¿Has pagado con pena de prisión tu paso por dependencias policiales?

Si, estuve en la cárcel 6 meses y un día.

– ¿Cómo o en qué contexto situarías todo lo relatado anteriormente?

En la época convulsa derivada del conflicto político durante los años 80. La confrontación, tanto de una parte como de la otra, estaba siendo muy dura. Zornotza fue un pueblo muy castigado en aquella época.

– ¿Qué opinión te merece el estudio presentado por Paco Etxeberria y su equipo, donde se recogen miles de denuncias y testimonios de torturas en toda Euskal Herria durante más de cinco décadas?

Es positivo. Es importante que tanto alguien del prestigio de Paco Etxebarria, así como otros profesionales (médicos, psicólogos…), se interesen y trabajen para sacar a la luz miles de testimonios de tortura.

– En la iniciativa de febrero del pasado año llevada a cabo en Zornotza, ‘Torturaren Aurpegiak, Berriro Inoiz Ez‘, decenas de vecinos y vecinas de este municipio denunciaron haber sido objeto de torturas. Aún así, nos consta que son bastantes más las personas que han sufrido este método represivo. Sus testimonios recogen 50 años de calvario personal y colectivo. A tu juicio, ¿qué medidas serían necesarias para erradicar la tortura y garantizar que no se vuelva a practicar?

En mi opinión, principalmente, serían necesarias tres medidas: la derogación de la ley antiterrorista, el derecho a un abogado y a un médico de confianza y que todo el proceso de detención sea grabado mediante cámaras.