Venezuela y la “defensa propia” de algunos

Tomando como escenario político la situación que se está viviendo en la República Bolivariana de Venezuela, es fácil dejarse llevar por la pulsión emocional y deslizarse por terrenos resbaladizos, no siempre del todo certeros, a la hora del realizar un análisis objetivo.

Lo citado arriba viene a cuento de unas declaraciones realizadas en Twitter por el señor Iñaki Anasagasti, senador por el Partido Nacionalista Vasco, venezolano de nacimiento y alineado pública y ardorosamente en contra del chavismo, donde viene a decir que él “jamás ha defendido el uso de la violencia” y que “otros no pueden decir lo mismo”, aunque curiosamente mantenga que, de ser algo lo que está llevando a cabo la oposición venezolana, sería “en defensa propia”: “Violencia opositora la llaman los Bolivarianos. A las gentes que yo creo la llaman defensa propia…”, ha escrito.

Debemos partir, en principio, de que las descripciones (de la violencia política) nunca son neutras porque llevan unidos diferentes componentes subjetivos que dependen de los criterios utilizados, tanto jurídicos como institucionales, personales, de comunidad, pueblo o nación. Por lo tanto, no hay un criterio universal sobre el uso de la violencia política, ya que provoca problemas para su definición, al encontrarnos en la mayoría de las ocasiones con situaciones interesadas.

Es un cuento muy viejo y manido, señor Anasagasti, que si los coetáneos políticos y económicos interesados son agredidos se define como violencia, pero si esta deriva a la contra, resulta ser en defensa propia. Por lo tanto, es fácil decir que jamás se ha defendido el uso de la violencia porque los nuestros únicamente hacen uso de la defensa propia cuando así lo requiere la situación, aún en un contexto donde la dureza lleve consigo literalmente a la quema de personas.

No sé, señor Anasagasti, si su ética quedará en sosiego llamando defensa propia lo que a todas luces es una combinación medida de manifestaciones que, dicen, a grosso modo son pacíficas (aunque de pacíficas no tengan nada) y la violencia extrema como arma para deslegitimar el vigente gobierno bolivariano. Quizás crean que sea una forma de evangelizar a los pueblos bárbaros que en ella conviven; es decir, a la izquierda.

En consecuencia, surge la pregunta, señor Anasagasti, de si la forma de protesta utilizada por los jóvenes de Ernai (pintura sobre la sede jeltzale) es entonces violencia o defensa propia ante un pacto PNV-PP a todas luces rechazable, pero ha de saber que si los abertzales queremos transitar el camino de la libertad en algún momento tendremos que incumplir la legalidad española. Y a eso simplemente se le llama desobediencia