Zinetelako gara

Abril y mayo nos han dejado numerosos actos de conmemoración del 80 aniversario de los bombardeos de Durango y Gernika, así como el compromiso por parte de diferentes asociaciones,  e instituciones, para activar la memoria colectiva entorno a tan señaladas fechas.

Pero más allá de los bombardeos o del sufrimiento y la desesperada resistencia de los gudaris y milicianos durante la guerra civil, asoman las figuras de miles de mujeres relegadas a la retaguardia de la contienda y de la historia. Silenciadas y olvidadas por “la verdad” de los vencedores, e invisibles también en el relato de los vencidos.

Durante la primera mitad de los años 30 y superando no pocos obstáculos, las mujeres pasaron de ser esposas, madres o hijas sin opción de poder tomar sus propias decisiones, a formar parte de la vida social y política.

Pero al estallar la guerra en julio de 1936, nuevamente fueron relegadas a la segunda línea, a trabajos de acompañamiento y asistencia a los soldados. También al abastecimiento, pero principalmente al cuidado de los incontables heridos de guerra.

A su vez, se hicieron cargo de todas las tareas propias de los que acudían al frente, convirtiéndose en el sustento de miles de familias. Fueron las que gestionaron el sufrimiento, el hambre y la miseria.

Acabada la guerra, miles esperaron el regreso de sus compañeros del frente, muchas los siguieron en sus visitas a penales y cárceles, y aún hoy, ignoran donde están enterrados. Otras no están… no han existido.

Una vez más nuestra historia la escribieron los vencedores, no así las vencedoras, las mujeres de un lado y del otro perdieron. Esta es la memoria que no se nos presenta con kaiku o mono azul, ni en una trinchera ni armada con un fusil. Discretas, trabajando y luchando tras una cortina de miedo e ignorancia.

Buena parte de esa memoria negada y perseguida durante décadas, ha llegado a nuestros oídos gracias a ellas. Serenas y orgullosas de lo que queríamos y queremos ser.

Tras el 80 aniversario llegarán los siguientes. No recabarán tanta atención, no serán multitudinarios, pero son precisamente esos los importantes, los que concatenan a diferentes generaciones, los que mantienen nuestra memoria constante hasta otra fecha, otro suceso.

Precisamente ese es el prisma para poder entender la memoria de género, y a pesar de que a muchos les parezca irrelevante, no lo es. Rasquemos la historia y deshagámonos de esa capa oscura con olor a naftalina. La memoria nos pertenece a TODAS y todos…ZARETELAKO IZANGO DIRA.