Todavía no se han apagado del todo los ecos de la última huelga general protagonizada por la clase trabajadora en aras de arrancar un modelo de pensiones que, de alguna manera, pueda garantizar el acceso a una vida digna al cabo de largas décadas de trabajo.
Vaya por delante que, con esta protesta, se ha hecho uso de un “derecho” como es el poder salir a la huelga. Porque, aunque parece que está más que consolidado, no está de más repetir una vez nuevamente que este es un logro que costó muchas luchas de todo tipo. Luchas que permitieron que quedase inscrito como derecho inalienable de la persona o colectivo para defenderse de cualquier injusticia derivada de los abusos de la patronal o de los agentes mantenedores del establismen.
No es mi intención hacer una valoración de si la huelga fue un éxito o fracaso, como han venido a apuntalar tanto la patronal como los distintos jerifaltes del gobiernillo vasco. Tampoco cabía esperar otro tipo de declaraciones. Obviamente, no se puede esperar de la patronal de que te dé un cheque en blanco y su beneplácito en el sentido de que reconozca que la huelga tenía su razón de ser tanto en contenido como en forma. Entiendo que para ellos lo más conveniente sería que hubiera un sindicato vertical y, de cuando en cuando, se hiciera algún tipo de movilizaciones como sinónimo de democracia y de derechos. Un baño de multitudes para lavar su cara y quedar bien como agentes únicos generadores de riqueza.
Mi intención, en este artículo, es remarcar la participación de los jóvenes en dicha huelga general y darles el lugar que les corresponde. Obviamente, en las movilizaciones hubo personas de distintas edades pero es del todo reseñable la de los miles de jóvenes que tomaron parte a lo largo de todo el dia en los actos que se fueron desarrollando. Es de destacar, en primer lugar, que dicha participación fue un revulsivo en tanto que fue primordial a la hora de encauzar la implantación de la huelga en todo tipo de ámbitos. Sin la participación de los jóvenes, nada de ello hubiera sido posible.
Cuando una nueva generación echa a andar se suele encontrar con una lluvia de críticas, cuando menos de signo peyorativo, en el sentido de que se les achaca que “lo quieren todo hecho” o “que se han encontrado con una vida cómoda”. Pero la realidad discute ese tipo de estereotipos, porque el primer síntoma de ser joven es la disconformidad con aquello que está establecido, poner en cuestión aquello que se da por inamovible y sentir curiosidad por todo lo que le rodea.
Esa imagen quedó bien reflejada durante toda la jornada de huelga. Fueron ellas/os los activadores para que tuviera color. Apoyaron todo tipo de reivindicaciones junto con las suyas y sus gritos se escucharon altos y claros.
Ser joven es sinónimo de precariedad. Por ello salieron a la calle, estuvieron con los demás sectores codo con codo y su grito fue unánime al decirnos que nunca se han marchado ya que siempre han estado ahí, al frente de toda revuelta, haciendo frente a la injusticia y con los desprotegidos, que bastante tienen con salir adelante en el día a dia de la vida.
Suena a chiste que a estas alturas vengan diciendo que ha sido una huelga politica, como si no fuera un quehacer político la promulgación de leyes que se llevan a cabo en los distintos parlamentos y que nos afectan de lleno en cualquier orden de la vida. Todas las huelgas generales que se han ido convocando a lo largo del tiempo han sido políticas y también esta por la defensa de los derechos sociales que ha movilizado a miles y miles de personas.
Y entre esas miles han estado los jóvenes, vestidos de conciencia de clase y armados con la coherencia del saber estar en el momento y donde les corresponde.
Beti elkarrekin. Beti aurrera!