Son muchos meses los que a nuestra indumentaria hemos tenido que añadir la tan denostada mascarilla. Pasó de ser algo que no era necesario, de instar a no utilizarla porque creaba alarma, a ser obligatoria una vez celebradas las elecciones autonómicas. En todas las conversaciones nos acordamos de ella, nos molesta, no respiramos bien, nos produce picores, dermatitis… Es una medida de protección que estamos obligados a utilizar, al margen de las opiniones de detractores y de defensores. Una vez instaurada en nuestro día a día, nos queda por resolver qué hacer con ella tras su uso.



