Adhesiones peligrosas

Septiembre amanece lluvioso en Euskal Herria. Los ecos de las últimas acciones en Barcelona siguen rebotando de emisora en emisora, mezclándolo todo convenientemente para que los que pretenden que nada cambie, intenten revertir el panorama político en Catalunya.

La posibilidad abierta allí, nos mantiene a la expectativa y quizá menos activos de lo que debiéramos estar. Ante el españolismo más rancio o ese “estatalismo alternativo”, los y las catalanas han cocinado a fuego lento su propia transición basándose en un principio democrático básico, dar la palabra y la decisión al pueblo.

En otro orden, cabe entender que hablar tanto y tan a la ligera sobre un problema verdaderamente complejo, con tantos intereses creados como el conflicto de Oriente Medio, o de situaciones parecidas que se siguen dando en diferentes partes del globo, no ayuda a entender su origen y aporta poco o nada a su resolución o a mitigar las consecuencias, que por otra parte y a pesar de la dureza de los hechos, llegan a este “primer mundo” con cuentagotas.

Existe un abismo ideológico entre nosotros y las personas que llevan a cabo este tipo de acciones, pero otro tanto con los responsables del negocio de la muerte, Reino de España incluido. Estos últimos siguen sacando jugosos réditos con la mercantilización del sufrimiento,  y con ese objetivo siguen empeñados en que miremos al dedo y no al problema que este nos está señalando.

Si hablamos de imponer las ideas mediante el ejercicio de la violencia, ¿qué ocurre cuando las defendemos ante aquellos que nos las quieren imponer? ¿Pueden las y los kurdos ejercer ese derecho cuando son bombardeados por Turquía y EEUU, a la vez que paradójicamente representan la primera línea de contención ante el avance del EI? A lo largo y ancho del planeta existen numerosos ejemplos que hacen tambalear ese recurso tan manido de condenar todas las violencias, eso sí, no todas nos salpican en la puerta de casa.

Podríamos también citar la acción policial tanto “preventiva” como represiva, pero tras 80 años de experiencia como pueblo, dar el beneficio de la duda a la Policía y a la Guardia Civil puede resultar peligroso. Más que remarcar su profesionalidad convendría valorar el celo con el que tratan ciertos temas, entre otros algunos muy cercanos y otros no tan lejanos, como su comportamiento ante las personas que arriesgándolo todo, intentan cruzar el estrecho.

La convivencia y las libertades tampoco se fraguan negando a los refugiados la acogida e incumpliendo los acuerdos que a nivel europeo también a suscrito “este nuestro país”. Desgraciadamente nos podríamos extender hasta el infinito.

En fin, quien quiera entenderlo que lo entienda. Flaco favor hacemos a los demás no mostrando criterio propio, y lo que es más importante, no siendo honestos con nosotros mismos. Se puede entender y ejercer la política sin dejar de ser lo que uno es, cosa esta última que  llevan intentando evitar durante décadas en “este nuestro país” desde los despachos y desde las cloacas.

Es evidente que las decisiones coyunturales no tienen por qué echar por tierra todo un proyecto, pero si pueden ir marcando un camino que puertas a fuera, y mirando hacia dentro, pueden condicionar a corto o medio plazo nuestra propia acción política. Esperemos no tener que acordarnos del “types” en caso de que la situación en Catalunya se recrudezca…