Que la memoria no nos juegue una mala pasada

El pasado año 2020, va a ser un año difícil de olvidar. El año de la pandemia que nunca hubiéramos pensado que nos iba a tocar vivir. El 2021 lo hemos iniciado con la esperanza puesta en la vacuna contra la Covid-19, algo que puede hacernos ver la luz al final del túnel, o por lo menos dotarnos de una cierta esperanza. Esa esperanza no nos puede llevar al olvido de cada una de las situaciones que a lo largo del año pasado hemos vivido y sufrido, que no pase a la historia únicamente como el año de la pandemia.

Han sido muchas y muy duras las situaciones que aunque ya existían, han quedado al descubierto. El sistema educativo no estaba dotado ni de los medios materiales ni humanos que necesitaba. Del sistema de salud, qué decir, una agonía. Los servicios públicos, escasos a todas luces. Una administración pública que no ha sabido responder a una situación de emergencia como la que estamos padeciendo.

Los servicios sociales (residencias de mayores, centros de día, centros de personas con discapacidad, con enfermedades mentales, centros de menores…) han sufrido un “maltrato” institucional. En las cárceles, si ya las condiciones eran pésimas, se han agudizado aún más.

La precariedad laboral está llegando a cotas que rozan la línea roja en algunos casos y en otros ya la han sobrepasado. ERTEs infundados aceptados a grandes empresas, mientras a los pequeños autónomos se les han ido poniendo piedras en el camino para acceder a los mismos. Trabajadores y trabajadoras que han tardado meses en recibir las prestaciones que de esos ERTEs les correspondian. Qué decir de esas personas que trabajaban sin contrato, sin cotización alguna, que de la noche a la mañana se han quedado sin nada, y las instituciones públicas los han ignorado. La hostelería y el pequeño comercio, sin ninguna medida para paliar las consecuencias de los diferentes y prolongados cierres.

Si la muerte ya de por sí es dura, desde el inicio de la pandemia han sido más de 4.000 las personas fallecidas, en las más estricta soledad. Sin un adiós, sin una caricia, sin un abrazo.

Además de todo esto y más, que no es poco, en el 2020 pasaron más cosas. El derrumbe del vertedero de Zaldibar, con dos trabajadores desaparecidos, uno de los cuales 11 meses después sigue sin aparecer. Vertedero del que la legalidad no era una de sus virtudes. Los fallecidos en accidente laboral son más de 71.

La violencia de género, ese gran lacra de nuestra sociedad ha supuesto que 43 mujeres hayan sido asesinadas por sus parejas o exparejas a lo largo del pasado año.

Irregularidades en la OPE 2018 de Osakidetza, que están haciendo pasar a declarar por el juzgado a quienes “colaboraron” en ellas. Empresas que, escudándose en la bajada de la producción por la pandemia, aprovechan para cerrar, despedir a cientos de trabajadores y trabajadoras, sin devolver ninguna de las cantidades económicas que desde la administración pública se les dió.

La solidaridad de la gente ha sido algo envidiable y aunque sabíamos que éramos un pueblo solidario, esta pandemia lo ha reafirmado. Desde los más jóvenes hasta los más mayores, la ayuda al conciudadano ha sido y sigue siendo un gran paso al frente.

La desinformación, las informaciones contradictorias, la ocultación de la información, la manipulación, no nos deben hacer olvidar que el año 2020 fué el año de la pandemia y de muchas cosas más.